EMMA BLYTH

Tengo que reconocer cierta pereza a la hora de recomendar a los demás las cosas que me gustan, los pequeños descubrimientos que han despertado mi atención. Y no es por que quiera guardármelos para mí solo. Como se suele decir, cada uno es como es, y la experiencia me ha demostrado que la mayoría de veces en las que trato de aconsejar a alguien sobre fotografía, música, cine o arte en general, no percibo una respuesta cómplice, y mucho menos entusiasta. Al contrario también ocurre lo mismo, son contadas las ocasiones en las que me he sentido hechizado por alguna de las recomendaciones que me han propuesto, podría contar con los dedos de las manos los momentos en los que me he sentido cautivado por una exposición, un libro, una película o una canción que ha llegado a mí a través de los criterios de otra persona. Nuestros gustos tienen mucho que ver con las emociones que despiertan en nosotros determinados estímulos, con los estados anímicos a los que nos transportan ciertas vivencias, con los recuerdos que hemos ido guardando en nuestra memoria a lo largo de los años. Y como es muy difícil, o imposible, desentrañar los misterios que rigen el rumbo de las emociones ajenas, me resulta cada vez más compleja la tarea de convencer a otras personas de la bondad de los estímulos que mueven las mías propias. Lo que sí puedo decir para no enrollarme demasiado, es que mis hallazgos favoritos son esos que han llegado a mí de manera totalmente casual, los que he descubierto por pura casualidad.

Rainbow Bee-eater and protea. 160 x 160 cm. Acrílico sobre lienzo. © Emma Blyth

Os cuento ahora muy brevemente una de esas casualidades. Como amante de las artes visuales, tengo el ordenador lleno de imágenes, videos, capturas, recortes, diseños, logotipos, portadas, etc., que me han resultado interesantes y que he ido guardando en carpetas a modo de cajón de ideas. Uno de esos pequeños ficheros era de un cartel de 2017 del Malibu Classic, una competición de surf que se celebra cada año el primer fin de semana de diciembre en la pequeña localidad de Yallingup, en Australia Occidental, cerca de Margaret River. No sabía quién lo había pintado, simplemente me gustó y lo guardé. Exactamente un año después, tras un relajante paseo por el jardín botánico de Kings Park, en Perth, entro en la tienda de regalos del parque (Aspects of Kings Park) y me enamoro al instante de dos láminas colgadas de la pared. Me apunto el nombre de la artista y, de vuelta al centro de la ciudad, entro en la biblioteca pública de Hay Street que ofrece 20 minutos de internet gratuito, para indagar algo más sobre esta mujer. Lo primero que veo en su web entre su obra reciente es el cartel de 2017 del Malibu Classic de Yallingup, ese que guardé en el ordenador un año antes sin saber quién lo había pintado.

Hot arvo. 120 x 120 cm. Acrílico y pan de oro sobre lienzo. © Emma Blyth

Averiguo también que vive bastante cerca, solo una hora al sur de Perth, y que tiene un pequeño local, mitad galería mitad tienda de souvenirs en el centro de Mandurah. Paso por la estación central para preguntar horarios y precios, y como además me encanta viajar en tren, decido que por menos de 12 dólares (unos 8 euros) ya tengo plan para el día siguiente. Si Emma Blyth hubiera estado ese día por el local, la casualidad hubiera sido insólita, pero no, no tengo tanta suerte. Entre los pocos originales que colgaban de la pared y las muchas láminas con reproducciones del resto de sus obras encuentro una pintura de la pasarela del jardín botánico de Kings Park, por la que había paseado el día anterior, otra del desierto de pináculos, donde había estado haciendo fotos dos semanas antes, y otra casualidad mucho más sorprendente, un gran cuadro de 160 cm (el primero que muestro en esta entrada del blog), con el que para mí y para muchos ornitólogos es el pájaro más bonito del mundo, un precioso abejaruco. Y aunque no puedo contaros el por qué en estas pocas líneas, os diré que se coló volando en mi baúl de buenos recuerdos y me transporto 30 años atrás. Seguro que mi gran amigo Casimiro también se acuerda.

Pinnacle Wildflowers. © Emma Blyth

En fin, no sé si a vosotros también os hechizará el trabajo de Emma Blyth, ya hemos dicho que no todos respondemos de la misma manera a los mismos estímulos y además, en este caso concreto, al margen de las casualidades, yo ya tenía una conexión emocional con Australia y con los lugares y motivos retratados en algunos de sus cuadros. Lo único que sé es que la próxima vez que me deje caer por Mandurah, intentaré conocerla. Se dice que todos los artistas reflejan parte de su personalidad en sus obras y viendo el color y optimismo que transmiten sus pinturas, en persona tiene que ser un espectáculo. Supongo que nunca ahorraré suficiente dinero para adquirir uno de sus originales, quizás me tenga que conformar con comprar una pequeña lámina en papel, pero me imagino contemplando alguno de sus cuadros colgados de mi dormitorio al subir la persiana tras despertarme y pienso que ya no necesito el primer café de la mañana. Si aderezo el momento con algo de buena música local, también de Australia Occidental, por ejemplo la canción Lighthouse del grupo The Waifs, otro de esos descubrimientos casuales, ya puedo salir de casa con energía suficiente para lo que venga.

Emma Blyth acaba de abrir una pequeña galería en Broome donde muestra sus trabajos inspirados en la región de Kimberley y donde, además, expone obras de diferentes artistas de la zona. Se llama Black Stump Gallery.

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