Igual que hay canciones o discos que no nos cansamos de escuchar aunque pasen los años o películas que hemos visto veinte veces y nos siguen pareciendo tan maravillosas como la primera vez, también hay libros a los que volvemos de vez en cuando y que continúan sorprendiéndonos aunque ya los tengamos más que estudiados. De los libros de fotografía que ojeo cada cierto tiempo en busca de cierta relajación visual, de imágenes que ofrezcan a mis ojos algún descanso de los millones de estímulos no solicitados que recibimos a diario en esa especie de «bulimia digital» que altera sin remedio nuestra capacidad para discriminar información, me gustaría recomendar Forms of Japan del fantástico artista británico Michael Kenna, maestro del blanco y negro y fotógrafo de culto para todos los aficionados a la fotografía de paisaje.
Kenna visitó Japón por primera vez en 1987 para asistir a una exposición con algunas de sus fotografías y quedó cautivado por el paisaje del país. Desde entonces ha viajado por casi todos los rincones de Japón con su inseparable equipo fotográfico, sin dejar de capturar esa especie de haikus visuales tan enigmáticos, tan elegantes y tan inquietantemente hermosos.
Las fotografías de Michael Kenna son siempre en blanco y negro, con equipo analógico, y a menudo se hacen durante las primeras luces del amanecer o en las horas oscuras de la noche con exposiciones largas de hasta 10 horas. Como ha dicho él mismo en ocasiones «no siempre se puede apreciar durante el día todos los matices que esconde un lugar, con largas exposiciones podemos captar lo que el ojo humano es incapaz de ver a simple vista».
Los comienzos como fotógrafo de Michael Kenna fueron en publicidad, acercándose a las imágenes de paisaje en su tiempo libre, buscando algo de distracción. Poco a poco su obra fue acercándose a lo personal, hacia un trabajo más intimista. Se describe como una persona solitaria, lo que le ha generado siempre cierta atracción por los espacios vacíos: “gran parte de mi trabajo es acerca de la dimensión de la ausencia. Rara vez tengo gente en mis fotografías, ya que quiero que el espectador imagine estar allí solo en estos espacios vacíos. A menudo utilizo la analogía de las artes escénicas, del teatro por ejemplo. Prefiero fotografiar un escenario antes de que aparezcan los actores, cuando hay una fuerte atmósfera de anticipación. En estos momentos tenemos que usar nuestra imaginación individual para crear una historia. Cuando alguien aparece en un escenario tendemos a seguir su historia. Me gusta pensar en mis imágenes como invitaciones para entrar en espacios vacíos, experimentar la soledad y crear una historia propia.”