Lo bueno de dedicar tiempo a la reflexión es que desarrollas cierta capacidad de análisis, de autocrítica, empiezas a pensar con lucidez sobre la dimensión de las cosas que ocurren a nuestro alrededor y la manera en la que reaccionamos o deberíamos reaccionar. Lo malo, es que si reflexionas demasiado puedes caer en la cuenta de lo viejo que eres y lo rápido que pasa el tiempo. Todavía no he llegado a ese punto de decir a los niños que juegan en la calle: “Cuando yo tenía vuestra edad, de aquí para allá todo era campo”, pero tiempo al tiempo. Me levanto esta mañana y mientras voy tostando el pan para el desayuno me pongo a escuchar el disco 20 años y un día del grupo Suburbano. Estoy susurrando la segunda canción, Buscando un país, y recuerdo un artículo de hace unos meses en la prensa en el que repasaban la trayectoria de Luis Mendo y Bernardo Fuster aprovechando una recopilación de su trabajo editada recientemente bajo el nombre de 40 años. Huellas.
No hace falta echar muchas cuentas para calcular que hace 20 años que tengo este disco en el que ya entonces conmemoraban sus 20 años en la música. Además, como me gusta tener ordenados los intangibles cajones en los que guardo las vivencias dentro de mi cabeza, saco a la luz un recuerdo aún más curioso. Yo les vi tocar en la Casa de Campo de Madrid durante las fiestas del PCE de 1993, esas fiestas a las que íbamos sí o sí, independientemente de tu signo político o tus preferencias musicales, porque el ambiente era buenísimo y, además, a mediados de septiembre te encontrabas otra vez con todos tus amigos justo antes del final del verano y del comienzo de las clases en la universidad. Fue un domingo, y el viernes habían tocado Burning y Rosendo, palabras mayores. Para colmo, hoy es viernes, y la letra de la canción que susurraba yo esta mañana dice: “… en tu ausencia me ha nacido una tristeza, el tiempo enfermo ya no puede darme abrigo, el viernes pasó y el sábado bosteza, y sigo buscando un país donde dormir contigo”.
Mencionar ya de paso que Suburbano se formó en Vallecas en el año 79, y por entonces yo iba al colegio y ¿adivináis dónde? Sí, en Vallecas. Pues eso, flashes que llegan y se van, que pienso para mí, hacia adentro, tonterías que me sacan una sonrisa por la mañana, que mantienen mis neuronas en movimiento, que supongo que no os interesan lo más mínimo. La canción, por cierto, sigue siendo tan bonita como cuando la descubrí por primera vez y es que, como escuché hace poco a alguien en una discusión sobre la manera de oír música de hoy en día: “No es que los vinilos suenen mejor, es que las canciones de antes eran buenas”. Amén. Y ya termino con una pequeña reflexión. En una sociedad más decente que esta o en un país algo más agradecido con su cultura, estas canciones gozarían de consideración. Todos tenemos cientos de canciones o grupos que han acompañado cada uno de nuestros momentos especiales, espero seguir guardando en esos cajones de mi memoria aquellas y muchas más para que dentro de otros 20 años siga sacando una sonrisa mientras tuesto el pan, me afeito o lo que quiera que esté haciendo en una mañana cualquiera.