Siempre me ocurre lo mismo con las series que acaparan demasiado éxito, que en algún momento me empiezan a resultar intragables. Se renuevan temporadas eternamente, cambian guionistas, directores, actores, las tramas se vuelven inverosímiles, y dejan de tener interés, pierden toda su gracia. También me ha ocurrido lo contrario varias veces con series muy cortas que me han enganchado y me he quedado con ganas de más, o incluso con algunas que han sido canceladas en sus primeras temporadas, cuando estaba cogiendo simpatía a los personajes.
No hablo de curiosidades como Arrested development, Firefly, Pushing daisies o Dead like me, series de consumo rápido pero bastante originales y que podían tener su encanto para echarte unas risas o pasar media hora agradable. Yo me voy más al drama, a producciones más profundas y elaboradas como Fortitude o Tremé, donde los personajes crecen (actoralmente hablando) con el paso de los episodios y el lugar donde se desarrolla la acción se convierte en un protagonista más. Ésta última contaba de antemano con la solvencia de David Simon y Eric Overmyer, que ya trabajaron juntos en The Wire, además de un reparto plagado de actores locales (Wendell Pierce, Lance E. Nichols) y de músicos reales (Steve Earle, Lucía Micarelli, Kermit Ruffins) que dan más credibilidad a sus personajes.
Estaba también el argumento. Contar el día a día de los vecinos de unos de los barrios de Nueva Orleans seis meses después del huracán Katrina, sus luchas y sus miserias, le daba cierto halo de excelencia. Pero no cuajó, no para el gran público, a mí me enganchó desde el principio, lo que viene a refrendar algo que llevo sospechando toda la vida, mis gustos son solo míos y de nadie más, no son extrapolables a otros y por mi experiencia, son bastante raros, no sé si preocuparme. Me acuerdo mucho de aquella declaración de intenciones de Nanni Moretti en Caro Diario: “Me gustan las personas, pero no la mayoría de las personas, me parece que siempre me encontraré a gusto con una minoría”.
Han pasado diez años de su estreno y de su efímero y sigiloso paso por la parrilla de HBO antes de ser cancelada, pero estos turbulentos días de reclusión son una buena oportunidad para revivirla, para disfrutar de su música, de un recorrido por los sonidos del jazz, blues, funk o incluso del folk de Nueva Orleans, para certificar que aunque hayamos visitado una ciudad, no somos más que turistas, no la conocemos, no sabemos nada de las personas que viven allí, de los habitantes que hacen que un lugar tenga personalidad, solera como dirían en el sur, o signatura, como se escucha últimamente mucho en el mundillo del arte. No es una serie fácil de ver y supongo que por eso no consiguió los números aceptables que necesitan los productores para seguir apostando por un producto. Quizás fuera ese el problema, que no es un producto al uso, y en este mundillo en el que a todo se le pone un precio y se le supone un margen de beneficio, aquello que no entra en la norma cae rápidamente en el olvido.