LA PEINETA MÁS FAMOSA DE LA HISTORIA

Cuando hablaba de los 100 años de Leica hice referencia a Jim Marshall, el fotógrafo que retrató a los grandes de la música rock de los 60 y los 70. Siempre hemos considerado a Marshall como el fotógrafo de las estrellas del rock, aunque repasando su trabajo y todos los que han pasado delante del objetivo de sus M2 de Leica, podríamos ampliar ese calificativo al jazz, al blues, al soul o al folk. Las fotografías de un jovencísimo Bob Dylan en 1963 para el Saturday Evening Post, sobre el escenario, en el backstage o en momentos íntimos con algunos de sus amigos, le sirvieron para cosechar cierta reputación y, ya de paso, para ganarse la confianza de otros músicos que ya empezaban a tocar en las salas de conciertos más concurridas de Nueva York y San Francisco. Este mes de marzo se cumplen 9 años de la muerte de Marshall y como se suele decir de las personas que dejan tras de sí una larga estela de admiración, no se fue del todo, nos dejó sus imágenes.

Johnny Cash, prisión de San Quintín, 1969. © Jim Marshall Photography LLC

Tengo hermanos mayores, así que crecí escuchando vinilos de muchas de esas leyendas que posaron para aquel tipo corriente, casetes de muchos de esos músicos que confiaron en que ese joven fotógrafo capturase el carácter del personaje que querían vender a los redactores de revistas, a los productores de las grandes discográficas o a los incansables fans que coleccionaban los carteles de sus conciertos. En mi casa, yo escuchaba desde la habitación contigua los riffs de guitarra de Rory Gallagher, de Ritchie Blackmore, Eric Clapton o John Lee Hooker. También mis amigos tienen hermanos mayores, así que crecí además rodeado de chavales orgullosos de sus camisetas estampadas con las fotos de los Doors, de Led Zeppelin o de los Ramones. Aunque si tengo que quedarme con una imagen icónica de todas las que inundaban nuestro universo de camisetas, cazadoras, carpetas, posters y demás memorabilia musical de aquellos años, voy a rescatar para la ocasión la de Johnny Cash y ese explícito “que os jodan” durante su visita a la prisión de San Quintín para ofrecer allí una actuación en febrero de 1969.

Keith Richards y Mick Jagger en el Sunset Sound Studio, 1972. © Jim Marshall Photography LLC

La relación entre Jim Marshall y Bob Dylan se fue enfriando con el tiempo. El carácter áspero y la creciente fama de Dylan le hizo cada vez menos accesible y su entorno no ayudaba tampoco en la compleja tarea de documentar el día a día de un genio poco dado al exhibicionismo gratuito. Mientras tanto, él cultivaba otras amistades. Janis Joplin, Jimi Hendrix, Keith Richards, Johnny Cash y June Carter entre otros, le abrieron las puertas de sus camerinos, sus estudios de grabación, sus hoteles e incluso, en muchas ocasiones, sus casas. Todos ellos confiaron en que Marshall no sobrepasase los límites de la confianza, en que mostrase únicamente lo que ellos querían mostrar. Y esa relación de lealtad, o de complicidad, o de “caer bien”, le llevó a desarrollar una extensa carrera dentro del mundo de la música, siendo el único fotógrafo distinguido con un Grammy a título póstumo como homenaje a su trabajo.

Jimi Hendrix, San Francisco, 1968. © Jim Marshall Photography LLC

Muchos amigos, algún que otro enemigo, 40 años de carrera, más de 500 portadas de discos para The Allman Brothers, Grateful Dead y muchos otros, miles de fotografías publicadas en revistas como Rolling Stones o Guitar Player, cientos de icónicas imágenes adornando las camisetas de fanáticos del rock de todo el mundo, decenas de libros. En fin, una vida dedicada a un trabajo apasionante y disfrutada, atendiendo a sus compañeros de viaje, de forma apasionada.

Miles Davis en el Newman’s Gym de San Francisco, 1971. © Jim Marshall Photography LLC

No tengo ni idea si la famosa foto de Johnny Cash fue espontanea o estaba preparada, tampoco sé a quién iba dirigida la peineta. No me interesa lo más mínimo. No conocí personalmente a Jim Marshall, así que tampoco sé si era un tipo majo o solo un tonto con suerte. Lo que creo es que hay personas cuyo trabajo trasciende más allá de sus propias vidas, cuya labor profesional crece con el tiempo, obviando su ausencia. Al redescubrir esas imágenes yo me quedo con esos recuerdos de juventud, en un mundo sin internet, ni videoconsolas, ni teléfonos móviles, escuchando a todos esos intérpretes y grupos de rock, la mayoría ya desaparecidos, con enormes radiocasetes a pilas, en cintas mal grabadas, con las portadas fotocopiadas, rebobinadas con un boli Bic, rodeados de amiguetes mientras decidíamos que hacer esa tarde.

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