Últimamente no paro de revisar el trabajo de fotógrafos canadienses. Pero no de fotógrafos de paisaje natural, que los hay, y muy buenos. Me intereso por aquellos que teniendo tanta belleza alrededor, salen de su entorno en busca de algo diferente. Si yo viviera en un lugar tan espectacular, con unos paisajes tan impresionantes, rodeado de toda esa inmensidad que te hace sentir diminuto, no querría salir nunca de allí, no pararía de recorrer cada rincón del país retratando esa perfección tan abrumadora. Supongo que la curiosidad es condición indispensable en alguien creativo, y salir de la zona de confort puede descubrirnos nuevos y fascinantes mundos en los que desarrollar nuestras inquietudes. Hablaba no hace mucho de las inquietantes imágenes de Edward Burtynsky, uno de los mejores del mundo retratando las cicatrices que provoca el ser humano en el entorno natural por la incesante y descontrolada actividad industrial, y me acuerdo hoy de otro gran fotógrafo canadiense que ha ido incluso un paso más allá en la búsqueda de aquellos lugares que han sufrido la tragedia más cruel y angustiosa derivada igualmente de esa feroz e inhumana labor de destrucción irresponsable del medio ambiente. Es Robert Polidori.
El primer libro que tuve de Polidori fue After the flood, editado a finales de 2006 por Steidl, sobre la devastación causada en Nueva Orleans por el huracán Katrina. Para que os hagáis una idea de la magnitud del proyecto, os diré que el libro pesa 4 kilos nada menos. No os recomiendo que lo compréis si no tenéis en casa estanterías que lo soporten. Me interesé entonces por los trabajos anteriores de este fotógrafo de Montreal y llegó a mis manos el libro Zones of Exclusion, de 2003, con perturbadoras imágenes de la ciudad fantasma de Pripyat, epicentro del desastre de la central nuclear de Chernobyl y también el libro Havana, de 2001, retratando la decadencia en una ciudad detenida en el tiempo, con la mirada melancólica que siempre le ha hecho reconocible en el mundo fotográfico.
Como ya vemos demasiados dramas humanos en los telediarios, echaremos a un lado las fotografías de Chernobyl y las de Nueva Orleans, y elegiré para acompañar esta recomendación imágenes del proyecto Havana, mucho más amables. Su exquisito tratamiento de la luz y el color, su extremado perfeccionismo y su cuidado por los detalles, no olvidemos que trabaja con un equipo de placas de gran formato, confieren a sus fotografías una calidad técnica difícil de igualar. Y en cuanto a la manera de retratar los lugares que visita, es algo de lo más subjetivo. Él no rastrea el ruido, la gente, la música, … que cabría esperar en alguien que se adentra por primera vez en la Habana Vieja, todo lo contrario. Polidori busca el silencio, la pausa, los lugares vacíos, la sensación de desamparo, de ocaso, de caducidad. A mí personalmente me gusta. Siempre me he sentido atraído por la idea de que un lugar puede ser hermoso y triste al mismo tiempo.
Siempre he defendido la idea de que hacer buenas fotografías es fácil, pero que completar una serie temática es tremendamente difícil. No podemos evitar tener nuestras favoritas dentro de un conjunto de imágenes, no está en nuestras manos que los espectadores también tengan sus preferencias y se sientan atraídos por unos estímulos concretos, tampoco nos debe afectar que el editor de un libro elija para la portada una fotografía que no tiene un gran significado emocional para nosotros, todo ello forma parte de cualquier labor artística y de la relación de la obra con el público que la analiza. Debemos aprender a lidiar con ello. Lo que yo veo en cada proyecto de Robert Polidori es armonía, equilibrio, cadencia. Lo que veo en sus series es que están terminadas, tienen esa complexión o esa naturaleza de conjunto, me da la impresión de que cada imagen tiene que estar ahí, de que la serie fluye de manera natural. Y eso es lo difícil, lo que solo consiguen los fotógrafos buenos, los grandes artistas.
Nunca he viajado a Cuba. Añadiré La Habana a mi lista de viajes pendientes, aunque la mayoría de los sitios de la lista son solo ilusiones, sueños casi imposibles de cumplir. Harían falta varias vidas para visitar todos los lugares que voy apuntando en mis cuadernos de notas. De momento me conformo con admirar la obra de estos grandes fotógrafos que no paran de darnos envidia con sus andanzas, con todos esos kilómetros recorridos y esas seductoras miradas capturadas a través del objetivo de sus cámaras.