CUESTIÓN DE ROMANTICISMO

Anoche dormí poco. Me ocurre siempre que salgo de viaje. Intento no planificar casi nada, no generarme expectativas, pero la cabeza va por libre y se empeña en imaginar escenarios posibles que nunca se cumplen. He traído el equipaje al trabajo porque tengo turno de tarde y la idea es ir directamente en metro al aeropuerto a última hora. No merece la pena volver a casa a cenar para pagar luego un taxi de madrugada. Gastaré el tiempo leyendo hasta que llamen para embarcar. Voy hacia el este, adelantando horas al reloj, así que la segunda noche me pillará volando, entre escala y escala. Llegaré por la tarde, y tampoco quiero gastar dinero en una pensión si quiero salir de madrugada de la estación de autobuses. Repetiré lo mismo que en la salida, una buena lectura y alguna que otra cabezada. Los aeropuertos tienen aseos, incluso duchas, y llevo una caja de barritas de cereales.

Nambung (Western Australia). © Miguel Puche

Me he apuntado en el cuaderno la ruta de autobús que sale hacia el norte y la estación de la que sale. Hasta ahí creo que tendré todo bajo control, luego ya veremos. Parece que hay un área de servicio a unos treinta kilómetros del desierto que quiero explorar y se ven pistas de tierra en el mapa en esa dirección. Me tocará negociar con el conductor para que me dejé quedarme allí, aunque no haya parada. En cuanto el autobús siga su camino sin mí, ya estará casi todo hecho; compraré un par de garrafas de agua y alguna tontería de comida y le contaré mi plan al empleado de la gasolinera. Ellos conocen la zona y a la gente de los pueblos cercanos, nunca falla. Lo último será conseguir que alguien me acerque al desierto antes de que se vaya la luz y buscar un sitio apropiado para echarme a dormir. El viaje no empezará realmente hasta que amanezca allí al día siguiente, sobre la arena, espantándome las moscas, con el susurro del viento como única compañía, a 15.000 kilómetros de casa. Me preguntan a menudo si me golpeé la cabeza de niño; siempre contesto lo mismo; que no disfrutaría igual si lo hiciera de otra manera. Es solo una cuestión de romanticismo.

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