Matt Adnate nació y creció en la ciudad de Melbourne, uno de los mejores lugares en el mundo para desarrollar su pasión por el graffiti y el arte urbano. Se especializó en retratos realistas y en 2010 expuso su obra por primera vez en la No Vacancy Gallery bajo el título “Demand Attention”. Un año más tarde llegó la exposición “Signs of life”. Desde entonces, sus murales y obra gráfica adornan edificios de ciudades australianas y galerías de arte tanto en Europa como en Norteamérica.
Una vez que exploró y aprendió sobre cultura aborigen, su obra gráfica no ha parado de dar protagonismo a los dueños originales de las tierras donde ahora se asientan grandes urbes e intentar destinar parte del espacio urbano al recuerdo y a la reivindicación de aquellos que fueron desplazados social y culturalmente durante 200 años y que, poco a poco, están consiguiendo que su inmenso patrimonio artístico deje de ser utilizado como un mero reclamo turístico y tome protagonismo en la enseñanza de cualquier escuela del país y en la organización de eventos culturales.
La mayoría de los murales retratan personas reales de colectivos y asociaciones con las que Adnate colabora desde hace varios años y que destinan parte de los ingresos por la venta y producción de sus obras a preservar los aspectos esenciales de sus tradiciones milenarias y a la puesta en marcha de proyectos de integración y desarrollo de comunidades indígenas.
Con el tiempo, el trabajo de Matt Adnate se ha vuelto cada vez más demandado, hasta el punto de terminar recientemente en Perth el que puede ser el mural más grande (en altura) que se haya pintado hasta la fecha, cubriendo en vertical parte de la fachada de 25 plantas de un nuevo hotel de la cadena Mantra Hotels que además ha adoptado el nombre del artista, The Adnate Perth.
Obviando la circunstancia de que no podemos volver al pasado para corregir errores de la historia ni devolver todo aquello que se arrebató a las comunidades nativas que sufrieron tantos perjuicios, los murales de Adnate pretenden dar visibilidad a una cultura que ha sobrevivido durante miles de años, que existe, que está viva y que merece tener un lugar en la sociedad actual y que, dicho sea de paso, ya pintaban en las paredes de piedra que les ofrecía el entorno natural donde vivían mucho antes de que los primeros occidentales soñaran siquiera con llegar allí.