Ya lleva un tiempo girando por el mundo la exposición titulada “36 aus 100”, que celebra de manera oficial los 100 años de la mítica marca de cámaras fotográficas. En España tuvimos la suerte de acoger la exposición «Con los ojos bien abiertos» que recogía 400 imágenes. En 1914 el ingeniero Oskar Barnack desarrolló el prototipo Ur para la factoría Ernst Leitz de instrumental óptico. El nombre definitivo de la cámara vino dado a partir de Leitz Camera. Desde entonces grandes maestros de la fotografía han documentado la historia del último siglo desde el visor de sus distintos modelos de Leica. Las imágenes seleccionadas para los distintos eventos muestran momentos icónicos de los últimos 100 años.
Aunque no hayáis podido acudir a alguna de las exposiciones, ya que vivimos en el mismo planeta, convivimos con ese invento llamado globalización y todos recibimos a diario los mismos estímulos visuales, tenemos acceso a la misma información, escuchamos las mismas canciones, ojeamos las mismas revistas, leemos los mismos libros, visitamos las mismas webs e incluso viajamos a los mismos lugares, doy por hecho que conocéis sobradamente la mayoría de las impactantes imágenes que recogen las muestras. Los soldados del ejército rojo alzando la bandera soviética sobre el Reichstag alemán el 2 de mayo de 1945 en la ofensiva sobre de Berlín, el primer vuelo del dirigible Hindenburg el 4 de marzo de 1936, la muerte de un miliciano en la Guerra Civil española, la niña vietnamita huyendo desnuda de un ataque con napalm en 1972, Fidel Castro y el Che Guevara entrando en La Habana el 8 de enero de 1959, etc. Imágenes maravillosas tomadas por Robert Capa, Alberto Korda, Robert Doisneau, Sebastiao Salgado, Cartier-Bresson, Elliott Erwitt, y otros mitos del arte fotográfico, del documentalismo y del fotoperiodismo.
Al margen de la selección de esas obras para ser expuestas en los distintos actos conmemorativos, en 100 años hay material suficiente para que cada uno se pueda sentir identificado con unas fotografías concretas. Mis favoritas no están entre las elegidas para las exposiciones. En el colegio no prestaba demasiada atención en las clases de Historia. Soy consciente de la necesidad de documentar el drama, el sufrimiento y lo absurdo de los grandes conflictos, de sacudir nuestro juicio, pero mis ojos buscan siempre la cara amable, lo que pueda transmitirme algo de serenidad.
Como apasionado de las artes visuales, no suelo memorizar fechas ni datos, mi mente trabaja con imágenes. No recuerdo el título de una canción, pero tengo grabada la portada del disco que la contiene, no me sé el nombre de la calle donde vive un amigo, pero conozco cada detalle de su fachada, de su portal y de su casa, no memorizo el nombre de un restaurante, pero no se me olvida cómo iba vestido cada uno de los que fuimos a cenar ni las caras de las personas que se sentaban en el resto de mesas. El caso es que mis imágenes preferidas de la historia de la fotografía no son grandes momentos históricos, no son escenas dramáticas que te encogen el corazón, mis favoritas tienen más que ver con esos momentos dulces, cotidianos e intrascendentes en los que alguien ha sabido capturar un gesto curioso o un detalle determinado.
Por quedarme con algunas de las que se captaron con una Leica entre las manos, diré que me encantan las que hizo Jim Marshall a Bob Dylan charlando con Pete Seeger en el Festival de Newport en 1964, también la imagen que consiguió el fotógrafo suizo de la agencia Magnum Rene Burri del Che Guevara fumando un puro y, por supuesto, la serie completa de Lawrence Schiller con Marilyn Monroe aquel 23 de mayo de 1962 en la piscina durante el rodaje de Something’s got to give. Y si tengo que elegir algo más, me quedo también con la genial mirada del fotógrafo chileno Sergio Larraín en sus Vagabundeos, y su innegable capacidad para convertir lo cotidiano en obra de arte.
Yo nunca me he considerado fanático de nada, no me recuerdo luciendo con orgullo el escudo de un equipo de fútbol, vistiendo la camiseta de mi grupo favorito ni colgando en la pared de mi dormitorio la foto de algún actor o actriz célebre, pero todos pertenecemos a clanes familiares, colectivos sociales o grupos de amigos en los que hemos visto y oído defender de manera más que apasionada todo tipo de dogmas o ideologías que a veces nos han hecho sentir algo de vergüenza ajena. Además nunca he tenido una Leica. Lo que sí tengo, como todo el mundo, son aficiones, gustos, preferencias, deseos, … que en algún momento de euforia pueden llegar a desbordarse, aunque intento controlarlo. Y después de repasar las imágenes más icónicas que nos han dejado estos 100 años del fabricante alemán, no me importaría dejarme llevar y forrar la paredes de mi casa con esos momentos aparentemente triviales que estos maestros convirtieron en sublimes para los que tenemos la suerte de haber aprendido con sus fotografías.
PEDAZO DE CRACK….