Siempre me he inclinado hacia la parte de las artes visuales que tiene que ver con los procesos gráficos, con la iluminación, con las técnicas utilizadas. Lo que suele despertar mi interés en las imágenes de mis artistas favoritos es la composición, la maestría en el laboratorio, la elección de un momento concreto, lo puramente visual del resultado, pero casi nunca me ha enganchado el discurso conceptual, las interpretaciones enmascaradas o el contenido abstracto de la obra. Si hago una selección con las fotografías que me emocionan, con esas que me hacen sentir envidia, que me gustaría haber hecho a mí, todas tendrán un denominador común, una atmósfera reposada con una de esas luces difusas que descubren las texturas de cada elemento. Entre tantos grandes fotógrafos de paisaje, es complicado quedarse con una pequeña selección, así que hoy, aprovechando que hablé el año pasado en la primera entrada de este blog de Christopher Burkett, me gustaría compartir una de sus imágenes, de esas que me emocionan, de las que me hubiera gustado hacer a mí, de las que podría estar contemplando durante horas sin cansarme.
Cada vez quedan menos fotógrafos en el mundo que trabajen el paisaje natural con cámaras de gran formato y que se encarguen personalmente de revelar sus placas y del proceso de laboratorio de cada una de sus copias, analógica y manualmente. Uno de ellos es Christopher Burkett, que además consiguió que un buen amigo suyo, químico de profesión, le preparara por encargo una importante cantidad de productos de procesado para seguir aprovechando las cajas de papel cibachrome que consiguió comprar antes del cese de producción y que guarda en la nevera de su estudio. La foto que he elegido se titula Translucent forest y no sé si será por los años de juventud en los que Burkett perteneció a una congregación cristiano-ortodoxa, pero tiene algo de espiritual. El arte de la fotografía utiliza la luz como único elemento para atrapar un instante concreto en un trozo de película, y el tratamiento de la luz en las fotografías de Christopher Burkett, la gama tonal, la latitud que consigue en zonas al límite, siempre me ha parecido sublime. Y nada más, os dejo este trabajo de artesanía fotográfica del maestro de Oregón, captada en un bosque de Colorado durante el otoño de 2003, y que posee esa sensación de paz y esa luz envolvente que me tocan la fibra.