Si me dicen hace años, antes de que despertara mi afición al cine, que iba a estar hablando con unos amigos de una película producida en Estonia, me hubiese partido de risa. Es lo que tiene la edad, que te enseña la cantidad de cosas que ocurren en el mundo al margen de nuestra insignificante existencia. Ahora, ya con algunos kilómetros a mis espaldas, siendo consciente de lo poco que aportamos al mundo en general y de lo mucho que el mundo nos puede ofrecer si gestionamos correctamente nuestra curiosidad, me gusta seguir descubriendo pequeñas joyas artesanales, hechas con cariño y dedicación, sin posibilidad de competir con grandes producciones, pero tremendamente didácticas y reconfortantes.
Me apasiona la comunicación audiovisual en general, la ilustración, el teatro, el diseño, y en ocasiones mi mente se distrae imaginando cómo se podría proyectar el efecto de una determinada obra hacia otras disciplinas artísticas. Supongo que es posible que un músico, con el ingenio necesario, acierte a componer una melodía que irradie la impresión que le transmite una fotografía. Seguro que un buen poeta es capaz de concebir unos pocos versos que reflejen el efecto que le ha producido la creación de un escultor. De hecho, si hablamos de cine y literatura, ocurre constantemente. Un porcentaje muy alto de las películas que vemos son adaptaciones de novelas, algunas con buenos resultados y otras, no tanto.
En el caso de la película de la que hablaba con mis amigos, una pequeña producción de 2013 llamada Mandarinas, dirigida por el georgiano Zaza Urushadze, autor también del guion, creo que sería de lo más sencillo, porque se hace también con cierta frecuencia, aunque generalmente con musicales. Se trataría de adaptar esta sencilla historia al teatro. Teniendo en cuenta que la trama se desarrolla principalmente en el interior de una casa de campo, con tres actores, y sin ningún alarde técnico que distraiga al espectador, sería fantástico desnudar del todo el relato y poder ver de cerca y en directo a esos tres personajes, Ivo, Ahmed y Niko, compartiendo miradas, odios, miedos y silencios, sobre todo silencios, que a menudo dicen más que todas las palabras que podamos imaginar en ese instante.
Mandarinas está ambientada en la región del Cáucaso, en una zona rural de Georgia durante uno de los muchos conflictos que tuvieron lugar en aquella franja durante los años 90, concretamente el que enfrentó al ejército georgiano con fuerzas separatistas de la provincia de Absajia. Ivo, un hombre de origen estonio, al que la guerra ni le va ni le viene, encuentra una mañana cerca de su casa a dos soldados heridos tras un enfrentamiento. Decide acogerlos en su casa para que se recuperen. El problema surge cuando despiertan y descubre que son de bandos opuestos. Una casa, dos soldados que no se conocen de nada pero se odian a muerte, tumbados en las camas de dos dormitorios contiguos mientras se recuperan de sus heridas. Y, en medio de todo, en el salón, tomando el té, aquel hombre tranquilo y sereno que trata de mediar entre ellos. Una pequeña historia de cómo políticos irresponsables y sin escrúpulos generan conflictos terribles en los que mueren miles de personas que se contagian de un odio artificial e ilógico y combaten sin saber muy bien contra qué están luchando. Espero que algún día estas películas representen solo relatos de ficción, y no nos muestren tristes sucesos basados en hechos reales, aunque viendo el hatajo de impresentables que gobiernan países con enorme potencial militar, es difícil no perder la fe. Y mientras tanto, me encantaría que alguien adaptase este tipo de historias a las tablas. Si algún día me sorprende en la programación de algún teatro la adaptación de Mandarinas, allí estaré expectante con mi entrada en la mano y dispuesto a disfrutar de una obra estupenda.
Millones de gracias amigo, porque después de ver la película, entiendo a qué te refieres cuando dices que un poema puede transmitir lo mismo que un silencio o una imagen y viceversa…. Un placer seguir tu blog.
Esperando próximas entradas y con curiosidad de de descubrir lo que siempre, gratamente me sorprende . ?