Le comento a una amiga que mañana en el trabajo nos harán a todos los empleados la famosa prueba PCR de Covid-19 y hablamos sobre lo poco que se parece lo que estamos viviendo en el siglo XXI al futuro que nos imaginábamos cuando éramos pequeños. Por edad, somos de la generación que disfrutó en pantalla grande la trilogía original de Star Wars, que vio nacer el cubo de Rubik, somos los que leían a Isaac Asimov por prescripción facultativa, descubriendo una relación normalizada entre humanos y robots, los que imaginaron aquel centro de incubación y acondicionamiento del Londres de la novela de Aldous Huxley Un mundo feliz, los que han visto unas cuantas veces 2001: Odisea del espacio y, siendo sincero, lo que veo a mi alrededor difiere bastante de lo que nos hicieron creer de niños. Muchos de nosotros conducimos coches con motores de combustión interna similares al que montaba el Seat 850 de mi abuelo, yo sigo escuchando Rock n’ Roll clásico porque la música actual me da ganas de tirarme por un puente y hace unos meses me sorprendí haciendo cola durante dos horas en la Oficina de Atención al Paciente de mi Centro de Especialidades para pedir una explicación a los nueve meses de espera que tengo que soportar para que me realicen una sencilla ecografía. En fin, todo esto me ha venido a la cabeza porque voy a empezar a ver la serie Tales from the loop y me he enterado que el desarrollo visual se ha inspirado en las ilustraciones del artista sueco Simon Stalenhag.
Durante algún tiempo se puso muy de moda la palabra «Distopía». No sé si alguno de vosotros tuvo la oportunidad de visitar una urbanización llamada Perlora, en Candás (Asturias) hace unos años, cuando llevaba tiempo abandonada y todavía no se habían hecho trabajos de rehabilitación. Se construyó en los años 50 como una urbanización vacacional para trabajadores públicos del sector de la minería y la metalurgia. Yo sí estuve allí, y tuve la sensación de recorrer los decorados de la versión de Truffaut de Fahrenheit 451 (1966). La propuesta visual del trabajo de Stalenhag no es nueva, ese cóctel de robots retro y estructuras futuristas en una estética «años 60» ha sido muy utilizada por multitud de artistas gráficos para revestir las cubiertas de aquellas colecciones de libros de bolsillo de ciencia ficción de mediados del siglo pasado, como Crónicas marcianas de Ray Bradbury. También conocemos esa socorrida mezcla de decadencia y dispendio tecnológico gracias a las ficticias colonias por las que transitan los protagonistas de los cuentos de Philip K. Dick o de H. G. Wells. Además todos hemos visto Blade runner. Hoy tocaba recomendar el trabajo de este ilustrador por la casualidad de la serie que empezaré a ver esta noche, así que recomendaré las dos cosas a la vez. Y nada más, aquí me quedo pensando en esos futuros que nunca llegaron, que se quedaron obsoletos, y empiezo desde hoy a imaginarme cómo serán las cosas dentro de otros tantos años.